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jueves, 31 de marzo de 2011

Los Conflictos

Conflictos
Cada persona tiene su propia forma de ver las cosas. Es decir, que su forma de entender las cosas se basa en una serie de afirmaciones, a priori, inamovibles. Estas afirmaciones, que se llaman creencias, son aceptadas por cada uno a lo largo de su vida, debido a las influencias que recibe de los demás, sobre todo de niño. Las creencias no se pueden eliminar, sólo se pueden cambiar por otras que aporten más valor positivo a cada persona. De las creencias se desprenden los valores de cada uno.

El conflicto surge cuando una persona pretende implantar sus valores en todos los ámbitos en los que se mueve independientemente de los valores de aquellas personas con las que se relacione.

Para resolver un conflicto, es más importante la actitud y la intención que la habilidad. Es importante resolverlo al principio, lo antes posible, ya que es cuando suele ser pequeño; si se deja pasar el tiempo se hará más grande y será mucho más difícil resolverlo. El conflicto ha de ser resuelto por las dos partes, sin la influencia de una tercera persona u observador ya que ésta tiene su propio mapa de la realidad que seguro será muy distinto de cada una de las partes por separado. Sólo se acepta la colaboración de una tercera persona, es decir un mediador, cuando está enfocada a resolver el conflicto.

Si un conflicto se acepta resolver con actitud positiva, provocará una serie de emociones y sensaciones de bienestar. Por el contrario, si no se aborda o se ignora, provocará sentimientos negativos que no benefician en nada. También es importante saber qué hacer con el conflicto y cómo resolverlo. El conflicto nos puede ayudar a abrir los ojos en determinados momentos para estar presente y darnos cuenta de que el camino que llevamos no es el más adecuado. De esto se desprende que lo importante es saber qué hacer con el conflicto y no buscar el motivo por el que se ha producido:

NO ES LO QUE ME PASA SINO LO QUE HAGO CON LO QUE ME PASA.  

Es ineludible que cualquier conflicto nos puede ayudar a abrirnos puertas que hasta ahora permanecían cerradas. Esto nos lleva a tener nuevas experiencias, nuevas relaciones y nuevos resultados con los que valorar las iniciativas emprendidas. En definitiva, nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos.

Un conflicto se puede dividir en etapas, que en su caso son:

1. La escalada: es donde se desarrolla el conflicto y donde las partes rivalizan por tener ganarlo.

2. El estancamiento: llega un punto en que por diferentes motivos (no obtención de resultados, falta de motivación y fuerzas, falta de aceptación por parte de los demás, etc.) se empieza a no rivalizar y se pasa a cooperar gracias a que cada una de las partes empieza a reconocer a la otra. Al igual que cuando subes una montaña, esta etapa puede ser un descanso para continuar la escalada con la intención de recuperar fuerzas de cara a hacerse con el poder en el conflicto, utilizando otras técnicas.

3. El punto de madurez: es el punto en el que se resuelve el conflicto por completo. Se ha resuelto gracias a que las dos partes han decidido que es más productivo cooperar que no competir, o que se dan cuenta de que esa situación no les lleva a ninguna parte o porque no se dan cuenta de hasta donde han llegado y deciden resolver el conflicto.

4. La desescalada: es la etapa contraria a la escalada, en la que el conflicto se va suavizando. Sirve para la solución del conflicto. Se coopera con el otro y se crean lazos de confianza para alcanzar la resolución total del mismo.

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